domingo, junio 22, 2008

Viva

En ese momento mantenía la mirada fija en sus profundos ojos azules, que por tanto tiempo me deslumbraron. Él, detrás sus anteojos apenas podía verme el rostro, pues los cristales no hacían más que aumentar la expresión de profunda tristeza que mis facciones reflejaban, y a su vez, hacían más evidente una verdad que él no estaba preparado para asimilar.

- ¿Realmente piensas que puedo creerte?
Intenté ser dulce, quizá en consideración a todos esos años que compartimos uno al lado del otro, o bien porque todavía una parte de mí aún luchaba por asirse a la última gota de ilusión, ilusión en la que había creído por tanto tiempo.

Sin embargo, esa noche todo había cambiado. Sentí como si hubiese estado cubierta por una gruesa capa de amor que yo alimentaba con todas mis fuerzas, pero éstas se habían agotado; y fue así como el amor, la fe, la ilusión y los sueños se desprendieron de mí como una cáscara marchita. No había palabras, ni gestos, ni acto alguno que pudiera revertir aquello; simplemente todo había terminado.

Esa fue la útlima vez que vi sus ojos azules, su cabello rubio y lustroso que tanto me gustaba acariciar. Lo besé en la frente, me arrebujé dentro del abrigo y cerré la puerta tras de mí: la noche estaba fría; inspiré hasta llenar de aire mis pulmones y supe que, después de todo, yo estaba viva.

martes, mayo 27, 2008

Guerra perdida

Hay días como hoy en que me gustaría gritarle mi odio a la gente
y romperles los tímpanos con mis clamores lacrimosos
pero sigo en silencio.
Y prefiero callar, y ya ni siquiera llorar.
Sino que el silencio... y vaciar mi mente en una lectura entretenida
y así olvidarme del conflicto.
Porque en mi interior la batalla no tiene tregua,
por más que yo no quiera presenciarla.
Y no hay banderas blancas, ni tampoco tratados de paz.
A veces el corazón gana terreno, pero al día siguiente
mi mente ha conquistado un nuevo sitio.
De esta forma la pugna sigue, a veces lenta, silenciosa,
envuelta en sombras... pero ahí están los cadáveres:
resultado de una guerra silenciosa, estúpida y perdida.
Porque lo triste del asunto es que ya sé cuál es el resultado, y sin embargo no lo quiero...
Tal vez, un día en que me encuentre aplastada por la realidad,
cuando aparezca frente a mí y ya no haya forma de negar que he perdido la batalla
Tal vez, sólo tal vez me rinda y pueda volver a casa.

miércoles, mayo 21, 2008

Vete. Quédate.

No me sigas porque tus pasos se perderán en la arena del tiempo
y tus huellas serán borradas por el viento de los recuerdos.
No llames porque son más ruidosas las bocinas de la ciudad
y aunque quisiera no soy capaz de escuchar tu voz.

Sin embargo quédate. No sé por qué, pero te necesito.
Quizá como consuelo. Por evadir la soledad.
O para apartar los fantasmas que nublan mi alma.

Es mejor que me olvides y borres mis señas, que te alejes,
que cambies el rumbo y emprendas tu vida.
Sin embargo... ¿me perdonarás si te pido que no me dejes?
Si permaneces conmigo no te prometo nada,
pero si sé que te marchas arriesgaría mi mundo para impedirlo.
¿Quién podría ayudarme a saber lo que contigo me ata?
Por mi bien te quiero cerca. Por tu bien te deseo lejos.
Apostemos y veamos quién gana:
mi egoísmo o mi cariño.

martes, mayo 20, 2008

Llueve

No supe cómo evitarlo:
de pronto sobre mí cayó, como una sombra, la tristeza.
Quizá por las nubes, o por el color gris de este día.
O quién sabe si la culpable fue la lluvia...
Me parece tonto entablar esta lucha entre querer y negarme
entre lógica y sentimientos
entre llorar o aguantarme...

Y afuera las gotas mojan al que camina;
alegran a los enamorados que pasean,
logran inspirar al dormido poeta
y afligen al corazón que está roto.

Yo elijo cantar.
Cantar para no ver. Y leer para no pensar.
Caminar para no caer...
pues aún sin rodar lágrimas por mis mejillas
por dentro no cesa de llover.

miércoles, marzo 19, 2008

No quiero

Porque no se me antojoa,
Porque no tengo ganas.
Simplemente NO QUIERO.

También a veces uno se cansa de llevar la máscara y fingir que todo va bien. De mostrarte fuerte cuando sólo quieres lanzarte en los brazos de alguien y llorar hasta patalear sin tener un motivo concreto.

Pero al final no pataleo, tampoco lloro, no hay un alguien a quien abrazar y prefiero usar la máscara.
Total... uno se termina acostumbrando.

Solamente que hoy no tengo ganas. Suerte para mí que mañana será otro día, así que dejaré el antifaz junto al velador para usarlo en cuanto despierte.
Buenas noches.

sábado, febrero 23, 2008

Sólo un poquito

El piano de fondo más que inspirarme logra confundirme
e insiste sensualmente en que me pregunte
qué tan distintas pudieron haber sido las cosas
si de verdad me hubieses querido.
Pero no tengo ganas ya de saberlo
así que guarda silencio y déjame soñar unos minutos
que te canto un último "please love me".

Quizá hoy estoy un poquito triste
pero sólo un poquito.

viernes, febrero 22, 2008

Hojas marchitas

Hace unos días el aire tiene tu aroma
y el viento canta tu nombre
suavemente camuflándolo en la brisa,
mientras lejos, muy lejos de mí,
tus pies pisan el asfalto de las que fueron
hace ya mucho, nuestras calles favoritas.

Y aún cuando lo dudes
puedo recordar aquellos días
donde tus dulces brazos lo eran todo
y mi mundo se llenaba con tu sonrisa,
cuando tocaba el cielo con las manos
creyéndome una soberana de tu vida
sin corona, sin cetro y sin trono
pues tus ojos eran mi reino
tu boca mi palacio
y tu alma mi tesoro.

Pero todo se aleja y todo termina:
tal como los vientos en otoño se llevan
lejos de nosotros las hojas marchitas
así la realidad nos roba los sueños
que luego mutila la vida misma,
Y sin despertarme siquiera
te perdí entre mis versos
al entonar mis canciones de niña
No supe tenerte, no supe cuidarte
y reconozco mi culpa además de mi cobardía
aunque ya no sirven de nada los poemas
ni las cartas, ni las lágrimas, ni las confesiones tardías
pues estoy convencida que ahora al mirar atrás
dudas de que te quise.
Sí, yo te quería.

domingo, febrero 17, 2008

Cantaba cumbias

Quizá fuera por los años que cada vez pesaban más sobre su cuerpo. Lo cierto era que cada vez se esforzaba menos por sonreír al salir a cantar.

Sus discursos eran robóticos, sus palabras sin emoción y su voz plana, como si con ella timbrara torres de papeles día a día en una inexistente oficina. Su cuerpo flaco ni siquiera llamaba la atención entre la gente, y sin la ayuda del micrófono seguramente era imposible que se hiciera oír.

Una vez más debía salir y fingir que la cara del público le importaba, aunque en realidad hacía mucho tiempo que había dejado de ser trascendental si la gente le escuchaba o miraba hacia otro lado mientras mascaba un chicle sin sabor. Era simplemente su trabajo.

El escenario se movía y de pronto una brusca frenada le hizo perder el ritmo y olvidar la letra; tras tararear unas sílabas más dio por terminada la cumbia. El chofer había arruinado su show y su recolección de monedas. Y se bajó del transantiago.

Tazón rojo

Es increíble cómo a veces la mente hace conexiones de la nada.
A veces sucede que en actos tan simples y triviales, como lavar loza, uno se desprende de la realidad inmediata y eleva los pies para trasladarse a un pasado lejano. O a veces no tan lejano.

En interminables cámaras y pasadizos, como en una especie de mazmorra medieval, nuestra memoria va almacenando millones de recuerdos con algunas etiquetas que de vez en cuando hacen que podamos evocarlos.

Y de pronto me sentí más joven, mi cabello era más claro, yo estaba usando otra ropa y sonreía. Era feliz. O al menos así me sentía. Y las tareas tediosas y que odio realizar se me antojaban una muestra de amor que, pensaba yo, era vista por él.

Olía a mar, a playa, a humedad y arena. Y si estiraba el cuello era capaz de ver cómo reventaban las olas, no demasiado lejos de la ventana. Pero mi atención en ese instante estaba con el tazón que estaba entre mis manos. Me acordé de las pequeñas peleas que siempre se generaban por las tareas domésticas que sólo yo realizaba, y alguna que otra conversación nocturna en donde nos sentábamos frente al sofá con un tazón de sopa a ver televisión, hasta que, exhausto, Jaime se dormía a mi lado, y cuando terminaba la programación lo despertaba suavemente y lo guiaba para acostarse.

Compré tres tazones: el rojo para Jaime, el verde para él y el azul para mí. Siempre estaban sucios el rojo y el azul. El verde permanecía suspirando dentro del mueble esperando por ser usado. Y él no venía. Siempre estábamos Jaime y yo, de noche con nuestros tazones, pues él no volvía.

Las olas pasaban y terminaron alejándose. Jaime y yo nos separamos, y sobre él no supe más, desapareció como un cadáver en la arena. Terminaron por quebrarse los tazones verde y azul, uno por el desuso y el otro por el abuso. Y es increíble como ahora, después de tanto tiempo, recuerdo todo esto al tener nuevamente entre mis manos y bañado con la espuma del detergente al único sobreviviente de esos felices días: el tazón rojo, que ahora yo uso.

jueves, febrero 07, 2008

Apariencias

Luego de mirar al techo un par de minutos, Gabriel se deshizo suavemente del brazo que le aprisionaba para no despertarla. Se levantó de la cama y miró su reloj: faltaban 30 minutos para que comenzara la misa.

Se metió en la ducha, y mientras su cuerpo recibía las gotas tibias cerró los ojos para recordar las horas previas cargadas de caricias, de besos y pasión. La forma en que su cuerpo se acoplaba perfectamente al de esa mujer, y cómo sus manos recorrían cada curva de su anatomía; los gemidos de placer, su olor, su piel, el sudor... Volvió a abrir los ojos al recordar que estaba contra el tiempo, cerró la llave y tomó la tohalla para secarse.

Ella seguía durmiendo, tendida sobre la cama sin notar su ausencia, así que se apresuró en tomar su ropa y vestirse, pues era preferible evitar el adiós. No había tiempo de mirarse en el espejo pues el reloj apremiaba, y luego de recoger sus pocas pertenencias se puso los anteojos oscuros y salió en silencio de la habitación.

Subió al auto y se internó en la autopista para poder llegar más rápido, esquivando uno que otro vehículo mientras su cerebro esquivaba escenas recientes de sí mismo en los brazos de la desconocida. Y tal como en otras oportunidades, detuvo el auto unas cuadras antes de llegar: se miró en el espejo, se quitó los anteojos oscuros y abrió la guantera para encontrar y luego acomodarse el cuello clerical.

miércoles, febrero 06, 2008

No vuelvas

Toma el peso de tu cuerpo y tiéndete en la arena,
relájate y quédate lejos.
Huye con tu hilo de luz y tus palabras doradas
y escóndete tras el sol de Febrero.
Bebe la brisa y vuela con las gaviotas
danzando sobre un mar apartado.
Oculta tu mirada tras las olas,
hasta que esto se extinga.

No vuelvas ahora, y por favor no lo hagas nunca,
pues tengo miedo de abrir los ojos y saber que no ha pasado el tiempo,
de volver a humedecer mi cara con lágrimas amargas
perdidas finalmente entre el tejido de una almohada.
Oculta tu voz tras las olas,
hasta que esto se extinga.

Es mejor que permanezcas callado
mientras lucho asesinando tu recuerdo,
mientras realizo un funeral con tus sonrisas
y entierro para siempre el color de tus besos.
Oculta tu olor tras las olas,
hasta que esto se extinga.

No vuelvas ahora, por favor quédate lejos
aún cuando lo que más quiero es verte;
pues quizá la distancia me ayude a borrarte
mientras llevo en las manos mis sueños disecados.
Puede que tu silencio sea el siempre no que necesito
el que no te atreviste a gritarme y debí haber escuchado
para matar de una vez mis esperanzas
y degollar mis últimos anhelos.
Oculta tu luz lejos de mí,
hasta que esto se extinga...
por completo.

martes, enero 29, 2008

Voces

Me pongo pausa y las oigo.
A mis espaldas, murmurando en los pasillos
saliendo de los audífonos,
gritando desde un teclado lejano
o disfrazadas de amigos.

Voces... y más voces
se van convirtiendo en ruido y yo sólo quiero silencio.
Quiero dormir sin pensar en nada.
Escuchar un vacío en mi desvelo,
respirar la quietud de un mundo muerto,
apoyar la cabeza en una almohada blanda
para no soñar esperanzas,
sin esperar amaneceres
para no ilusionarme con lunas llenas
dormir e impregnarme de calma.

Pero ahí están.
Me gritan auxilio. Me despiertan.
Me remecen. Me sacan de mi cama.
Y debo escucharlas y darles consuelo
y debo llorar con ellas sus penas amargas.
No escuchan mi grito silente
están absortas en su mundo
nadie entiende...
nadie oye...
nadie calla.

miércoles, enero 23, 2008

Maldita sentencia

Camino. Ella me mira.
Está oscuro. Ella de lejos me mira.
Sigo moviendo mis pies uno delante del otro, andando, sin querer levantar la vista porque sé que está ahí. Ella me sigue, pero sin hacerlo.
Desisto. La miro.
Aún cuando sólo nos encontramos un par de días en el mes la espero. La espero con ansias y la odio a la vez.
Ella no se burla, ni tampoco me consuela.
Sabe que me trae recuerdos.

No hace más que acompañarme mientras camino, mientras me tiendo en la cama y enfoco a través de la ventana. Luego me mira mientras duermo.
Y sabe que cuando la miro el paladar se vuelve playa, la planta de los pies siente otra vez la arena fría y bebo un litro de recuerdos.
Miradas, risas, lágrimas, abrazos, suspiros.
No se burla de mi melancolía, ni tampoco me consuela de mis momentos perdidos.

También tú lo sabes.
En esa oportunidad, sentados en la orilla de la playa, te dije:
"hay luna llena... cada vez que la veas te acordarás de este día".
Qué mala idea, qué maldita sentencia!!
Ahora soy yo quien cada vez que hay luna llena te recuerda.

viernes, enero 18, 2008

Traté

Lloré.
Y entre la rabia buscaba un consuelo
y mi mente sólo pudo susurrar tu nombre
que llegaba entre mis recuerdos
para trastorname las entrañas
envenándome el cuerpo.

Y te llamé con mis lágrimas
pensándote en silencio
hablé con tu ausencia
mientras lloraba en tu pecho.
E imaginé que estabas conmigo
que me rodeabas con tus brazos
y que escuchabas mis rezos
callado, atento, como siempre.
Como antes.

Vacilé tanto tiempo antes de hallar la fuerza para buscarte
para gritarte que no había otra persona a quien quisiera hablarle
pero mis palabras se perdieron en el tiempo, en las ganas
pues no estabas, y aunque quise no pude encontrarte.

jueves, enero 10, 2008

Nervios

Pareciera que el dolor me dobla en dos;
por un lado me arde la cabeza
y se detiene el corazón.
Mis manos suspendidas en el aire no son capaces de aquietarse
y sólo tiemblan.
Y también me tiembla el alma
sólo por saber que voy a verte
y por última vez respirarte.
Oiré las notas de tu voz pausada
que acarician mi alegría y me endulzan la mente.
Y tomaré tus manos tibias con fuerza entre las mías,
¡sabiendo que no querré soltarlas! pero segura de no poder retenerte.
Volveré a temblar mientras se me ahoga el habla
perdida en la garganta, bañada de lágrimas silentes.
Y sé que pierdo todo, aunque ahora no tengo más que mis ganas;
se alejan tus besos de mi boca...
Ya no tiemblo, ya no sufro,
pues un muerto no puede sentir nada.