Estoy bien. De hecho, estoy mejor sin tí. Lo comento solamente porque sé que deseabas saberlo aunque supongo que no es la respuesta que esperabas. Puedo agregar que ahora cuando hay luna llena puedo mirarla y saber que es sólo mía, sin necesidad de compartirla con alguno de tus recuerdos.
Junto contigo se esfumó la angustia, pues ya no debo estar imaginando qué es lo que pasa por tu mente y cuántas cosas son las que realmente me ocultas. No debo concentrarme en sacar conclusiones ni en tratar de leer entre líneas cada vez que hablas. No creerías cuánto pesar me ahorra todo esto!
Ahora mi primera opción soy yo. No debo reasignar mis horarios dependiendo de tu agenda, y no necesito oír tu voz a las 9am para sentir que tendré un buen día. No necesito verte para estar bien y no preciso de tus abrazos para sonreír. Tampoco requiero un beso tuyo para sentirme feliz.
Pero es cierto, en días como hoy te recuerdo. Tu imagen se cruza entre mis pensamientos y trato de sacudirme fuerte para espantar tu fantasma que me atormenta. Así es: te convertiste en un tormento. Y en instantes como éste vuelvo a recordar lo mucho que valgo, tu limitado cariño, el excesivo tiempo que gasté contigo y lo poco que vales.